sábado, 20 de junio de 2009
LOLA
Casi pierde la cabeza en las puertas del autobús. Desde fuera pudo ver cómo los pasajeros que acababan de subir hacían equilibrio para situarse. El chófer miró por el retrovisor y metió la primera.
Luego vino otro autobús preñado de gente. Lola intentó entrar, pero tampoco tuvo suerte: una madre con dos niños, uno en un carrito y otro que le dió una patada, se lo impidieron.
Y en el siguiente, lo mísmo. Unas piernas varicosas que ocupaban casi toda la entrada, le cerraron el paso.
-Pero ¿qué está pasando? ¿Es que no voy a conseguir llegar a casa?-
Lola no entendía por qué la apartaban una y otra vez.
De nuevo otra larga espera rodeada de gente que olía a zapato sucio y a sobaco. Notaba que algunos la miraban con enfadada curiosidad. Otros ni caso. Alguna sonrisa de extrañeza, pero todos parecían estar de acuerdo cuando intentaba subir al autobús. Era como los placajes de Rugby que había visto en la televisión.
Esta gente del centro era insoportable. Ni eran afectuosos ni parecían tener sentimientos.¡Y qué prisas! Ya empezaba a hartarse.
-Brrrrrrr...
Se apartó del tubo de escape con un estornudo y sacudiendo la cabeza. Volvió al asiento de la parada.
Lo peor de todo es que tenía mucha hambre. Un hambre y una sed insólitas.¡Qué lejana parecía la vuelta!
Cada vez venían menos autobuses. Por fín se coló en uno lo más rápido que pudo entre dos peruanos con sandalias. Tras unos segundos, las puertas refunfuñaron. No hubo más paradas ni más pasajeros. Al final de trayecto, de nuevo el bufido de apertura. El conductor se puso a escribir algo, apagó la radio y sacó el cajetín de las monedas.
Lola saltó a la acera. Enfiló la calle y fue aspirando aire. Le vino una tufarada de basura. Sintió los quejidos del camión que la recogía. A medida que se acercaba a casa los olores y el ambiente eran más y más familiares: las aceras, las casas, los troncos de los árboles. Se dio prisa cuando oyó la voz:
-¡Pero,Lola!¿Dónde te habías metido?-
Sin poderse aguantar, se puso patas arriba y se meó a los pies de su dueño.
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Bonito relato Amalia, me ha encantado. No sabía que también escribías relatos, eres un cajón de sorpresas.
ResponderEliminarUn beso.
Ricardo: no sabes lo bien que sienta tener amigos como tú. Me aumentas la autoestima(que no el EGO)y me motivas para seguir escribiendo, que es una de las "faenas" que más me apasionan. Gracias por animarme. Un fortísimo abrazo.
ResponderEliminarAmalia estoy de acuerdo en tu comentario sibre la poesía.Emplea adjetivos cada uno tiene sus rendencias y lo actual no es siempre sinónimo de bueno. Respecto al relato de Lola me ha encantado, me has sorprendido al final. María molina
ResponderEliminarHola, María: bienvenida,gracias por tu visita, pero sobre todo por dejarme decir tus versos que se adaptan muy bien a mi manera de recitar.
ResponderEliminarEspero tus opiniones porque me son muy válidas.