jueves, 1 de octubre de 2009
Al final del arco
La nostalgia, el recuerdo,
un camino vacío sólo lleno
de tiempo olvidado.
El alma está muerta
cuando los ojos
no tienen luz
ni la reflejan.
Estoy al final del arco.
Ya no tensa más.
Ya no hay arquero, ni carcaj,
ni siquiera saetas,
ni bosque, ni diana.
Sólo ruínas sobre las que arrojar
los restos de la lucha,
¿lucha?.
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Quienes escribimos aspiramos a ser los maestros arqueros. Nunca la palabra acertará en el centro del centro.
ResponderEliminarAlma de Mar no puede estar al final de nada. Mar es génesis, inabarcable, inconmensurable e imprevisible. Su imparable fuerza devuelve a sus orillas su configuración inicial. Hoy la luna no se refleja en su espejo, no riela con leves pinceladas de plata y, sin embargo, Mar, en el fondo, mantiene su poder. Mañana habrá marea viva y Mar volverá a presentarse en todo su apogeo y devolverá a la playa todo su dorado esplendor, limpia ya de restos que la resaca dejó. Mar de ayer, Mar de hoy. Nunca parece el mismo pero es Mar siempre, y siempre es Alma.
ResponderEliminarJorge Amar
Hola, Jorge: ¡qué poeta eres! Que eufonía hay siempre en tus palabras. Es tu acervo de las orillas del Sar.
ResponderEliminarGracias por tu visita y por tus olas de belleza.
Esto es de Rosalía.... A orillas del río Sar....
ResponderEliminarOigo el toque sonoro que entonces
a mi lecho a llamarme venía
con sus ecos que el alba anunciaban,
mientras, cual dulce caricia,
un rayo de sol dorado
alumbraba mi estancia tranquila.
Puro el aire, la luz sonrosada,
¡qué despertar tan dichoso!
Yo veía entre nubes de incienso,
visiones con alas de oro
que llevaban la venda celeste
de la fe sobre sus ojos...
Ese sol es el mismo, mas ellas
no acuden a mi conjuro;
y a través del espacio y las nubes,
y del agua en los limbos confusos,
y del aire en la azul transparencia,
¡ay!, ya en vano las llamo y las busco.
Blanca y desierta la vía
entre los frondosos setos
y los bosques y arroyos que bordan
sus orillas, con grato misterio
atraerme parece y brindarme
a que siga su línea sin término.
Bajemos, pues, que el camino
antiguo nos saldrá al paso,
aunque triste, escabroso y desierto,
y cual nosotros cambiado,
lleno aún de las blancas fantasmas
que en otro tiempo adoramos.
Ya sabes... el camino antigüo nos saldrá al paso...
Gracias, Amalia por tus palabras y deseo verte brillar, como acostumbras.
Jorge Amar